miércoles, 17 de febrero de 2010

La mano ejecutora (I)

Que no es otra que la que pulsa las cuerdas, generalmente la derecha. La que da el toque característico a nuestro sonido, además de la elección de notas. De toda la cadena de elementos que afectan a nuestro sonido, y es una cadena muy larga que incluye el material con que está hecha la cejilla y la ecualización del amplificador, pasando por el calibre de las cuerdas o la madera del cuerpo, de todas ellas, la forma de percutir las cuerdas es la que mayor influencia tiene sobre el sonido total. Aquella que nos permite más control y más rápido sobre el sonido.

Es cierto que la ecualización del bajo y el amplificador afectan la forma de percutir las cuerdas. Mejor dicho: la forma en que lo escuchamos. Ecualizaciones especialmente oscuras, graves, tienden a borrar ese toque, anular la diferencia entre una forma u otra de pulsar. Por el contrario, ecualizaciones agudas la resaltan. El ejemplo perfecto sería el slap. Si recortamos en la ecualización final los medios y los agudos, esto se traduce en una pérdida de matices percusivos de la mano derecha.


Lo que se conoce como técnica de mano derecha es una agrupación de técnicas diferentes que podemos clasificar en tres grupos principales: las técnicas de slap, las de púa y las de dedos. Dentro de cada grupo, a su vez, hay distintas técnicas. El bajo eléctrico, en cuanto a construcción, dimensiones y demás, está más cerca de la guitarra eléctrica que del contrabajo, por lo que no es de extrañar que tome prestadas técnicas empleadas de largo por los guitarristas. La técnica mejor es la más cómoda, la que nos hace sufrir menos; la más adecuada habrá que escogerla en función del sonido que queramos conseguir o de la complicación de la frase que queramos tocar.


Es interesante echar mano de varias técnicas. Hay gente que sólo toca slap y gente que nunca toca slap. Y lo mismo ocurre con la púa o los dedos. Pero manejar varias técnicas puede ser útil además de aportar ideas. En este artículo dejaremos fuera tanto las diferentes formas de slap como las de púa y tapping, para centrarnos en técnicas de dedos. Para evitar confusiones, numeraremos los dedos de la mano derecha como los de la izquierda, es decir, 1 para el índice, 2 para el medio, 3 para el anular y 4 para el meñique, añadiendo el 0 (cero) para el pulgar.


Cuando el ejecutor prefiere trabajar solo


La primera técnica que veremos es la del pulgar. La que consiste en percutir las cuerdas con el dedo pulgar de arriba abajo, no la del doble pulgar que se utiliza en slap. Por increíble que parezca, varios grandes bajistas de la era soul cimentaron su carrera utilizando únicamente el pulgar. Esto explica que algunos Fender antiguos tuvieran ese accesorio, ese apoyador entre la primera cuerda y los botones de volumen y tono. ¿Qué uso podía tener ahí un apoyador si no el utilizar esta técnica, apoyar los cuatro dedos de la mano derecha debajo y utilizar el pulgar con comodidad? La técnica del pulgar no precisa mucha explicación, con tocar cualquier escala nos hacemos una idea. Eso sí, es la forma más contundente de percutir con los dedos. Utilizado junto con palm-muting (ensordeciendo ligeramente las cuerdas con la palma de la mano cerca del puente) se puede conseguir un sonido bastante parecido al del contrabajo.


El problema del pulgar es que no permite mucha rapidez. A veces se usa también el reverso, la parte de la uña, que da un sonido parecido al de la púa, para rasguear (arpegiar) un acorde de abajo arriba. Después del pulgar, y seguimos utilizando sólo un dedo, tenemos la técnica del dedo índice. Puede parecer excéntrico, pero James Jamerson rara vez utilizaba otro. De ahí su apodo: “the hook”, el garfio. Con ese garfio se las apañaba divinamente. Tampoco requiere mayor explicación. Es una forma de percutir no tan fuerte como la del pulgar, pero muy fiable. Al igual que el pulgar, tampoco permite mucha rapidez, pero sí usar el reverso de la uña para rasguear un acorde, aportando un sonido con más medios que graves.


El ejecutor en compañía de otros


1) Índice + medio


Es la técnica más corriente. Consiste en alternar ambos dedos, generalmente apoyando el pulgar sobre la pastilla o sobre el cuerpo del bajo. También se puede apoyar sobre la cuerda que hay directamente encima de la que estamos en ese momento tocando, para evitar que suenen notas no deseadas. Permite más agilidad que un solo dedo. También se puede usar para hacer restallar ligeramente (sin llegar a ser slap) acordes de dos notas formados en cuerdas contiguas. Para adquirir soltura es recomendable practicar tresillos. O empezar una frase cada vez con uno de los dos dedos, como muestran la segunda y tercera digitación del Ej. 1. Este ejercicio está diseñado para ser tocado con las tres técnicas vistas hasta ahora. Es decir, primero sólo con el pulgar (0), cambiar después al índice (1) y después alternar índice y medio (1+2). Todo ello sin dejar de tocar, con lo cual practicamos el cambio de una técnica a la otra. Si tropezamos al cambiar de técnica, de poco nos va a servir en directo.





2) Índice + medio + anular

Una vuelta de tuerca sobre la técnica anterior. Permite incrementar la velocidad, por lo que es la favorita de los bajistas heavys. No la utiliza Steve Harris, de Iron Maiden, aunque lo parezca. Utiliza sólo índice y medio. Sí la usa en cambio Billy Sheehan. Para que sea efectiva debemos conseguir la misma soltura empezando la frase con cualquiera de los tres dedos.


3) Índice + medio + anular + meñique


Otra vuelta más. Y aún se puede dar la puntilla incluyendo el pulgar. Sólo recomendable si se consigue que el meñique pulse con la misma fuerza que el resto, si no se nota la diferencia, ya que podría producir un acento no deseado a mitad de frase. Mientras no seamos capaces de lograr esto, es preferible centrarse en tres dedos. Demasiada munición puede hundir el barco. Para practicar estas dos últimas técnicas tenemos el Ej. 2, con las digitaciones correspondientes.





En posteriores entregas hablaremos más sobre las técnicas de tres y cuatro dedos que acabamos de ver, sobre otras técnicas de mano derecha y también sobre otros usos del pulgar. Recordemos que la técnica, sea cual sea, sólo es eficaz cuando se tiene bien asimilada. O lo que es lo mismo: cuando no tenemos que pensar en ella y la empleamos de forma automática en el momento preciso.

sábado, 6 de febrero de 2010

Enlazando arpegios (y II)

Este artículo es continuación del publicado anteriormente. Es imprescindible leer la primera parte para comprender esta, ya que allí se explica en detalle el ejercicio.

En esta segunda parte nos vamos a ocupar de enlazar arpegios menores, de nuevo centrándonos en la mano izquierda, siendo indiferente la técnica que empleemos con la derecha. Numeraremos los dedos de la mano como habitualmente, es decir, 1 para el índice, 2 para el medio, 3 para el anular y 4 para el meñique. Empezaremos con una tríada menor compuesta por tónica, tercera y quinta. La tocaremos en forma de arpegio ascendente (C, Eb, G, Eb) y descendente (C, G, Eb, G). Trabajaremos dos digitaciones para el arpegio ascendente (Fig. A y Fig. C) y otras dos para el descendente (Fig. B y Fig. D).



En el Ej.1 tenemos de nuevo la típica progresión i-iv-i-v, esta vez con acordes menores, sobre la que practicaremos las digitaciones explicadas. Recordemos que los números sobre el tabulado corresponden a la digitación.

Para explorar las posibilidades de estas figuras tenemos el Ej.2a. Consiste en desplazarse a lo largo del círculo de quintas utilizando a voluntad las cuatro digitaciones propuestas. Como ya vimos en la primera parte, el ejercicio tiende a llevarnos en sentido ascendente (hacia las pastillas). Esto lo corregiremos siempre que queramos como se muestra en el Ej.2b. Con sumo cuidado, pasaremos de la digitación A a la D, lo que nos permitirá remontar el diapasón en sentido descendente (hacia la pala).

En el caso de los arpegios menores, el que aquí se trata, podemos introducir una figura o digitación de paso que también nos servirá en el momento de remontar el mástil hacia la pala. La digitación E supone una variante de la D, y nos sirve para enlazar con la B y luego con la A, como muestra el Ej.2c.

Desde luego, y aunque siempre resultará apropiado para calentar, por ejemplo, practicar arpegios mayores o menores recorriendo el círculo de quintas acaba resultando monótono llegados a un punto. Añadiremos variedad combinando ambos, en una típica progresión I-vi-IV-V. O mejor aún, en otra típica progresión ii-V-I-vi. Ésta última, en tono de G, es la elegida para el Ej.3. El ejercicio ilustra además una nueva situación, el cambio de I a vi, ya que hasta el momento habíamos cambiado de arpegio por intervalos de cuarta. De la misma forma podemos explorar otras progresiones para ir adquiriendo soltura.
Hasta aquí hemos extendido el ejercicio para incluir los acordes menores. De igual forma podríamos hacer con el resto de acordes: disminuidos, aumentados, semi-disminuidos, etc. Esto queda aquí propuesto como ejercicio.

Otro buen ejercicio sería retomar el anterior con acordes mayores y menores, pero comenzando por la tercera del acorde en lugar de por la tónica (p.e.: E, C, G, E). Y lo mismo empezando con la quinta. Eso nos vendrá de perlas cuando nos encontremos con inversiones de acordes o acordes barrados (p.e: C/E).


Construir los propios ejercicios puede ser una herramienta muy útil para aprender. Siempre es necesario manejar información de otros, pero también es sorpendente lo que uno se puede enseñar a sí mismo cuando se pone a ello. Al mismo tiempo es un desafío inventar algo que nos sirva para solucionar un aspecto de nuestra técnica. Como haría un monitor de gimnasio, diseñar el ejercicio adecuado para ejercitar ciertos músculos, o incluso para entrenar nuestro oído. Para esto es necesario, en primer lugar, delimitar o definir al máximo el objetivo. Tal vez “llegar a ser el mejor bajista del mundo” sea un objetivo demasiado amplio para empezar. Pero “enlazar cualquier tipo de acorde al instante”, no lo es. Como tampoco mejorar la digitación de la mano izquierda o la pulsación de la mano derecha.


Después de los ejercicios anteriores podemos continuar pasando de arpegios a escalas, y si aprendemos a dominar cualquier tipo de cambio a cualquier tipo de escala o modo, realmente ampliaremos nuestras capacidades. Las posibilidades son infinitas. Todo esto nos dará rapidez para ejecutar un acompañamiento, para diseñar la estructura de un fraseo y para improvisar sin perder de vista el acorde o tonalidad en que nos encontramos. Munición que puede ser muy útil para un bajista.